Sal común Vs. Sal Marina
Aunque ambas sirven para condimentar las comidas, una está asociada a distintas enfermedades, como los cálculos renales, la hipertensión arterial y los edemas, mientras que la otra, en cambio, ayuda a hidratar el cuerpo y mejorar su funcionamiento integral.
Sin embargo, pocos conocen las diferencias entre la sal marina y la común. Mientras que ésta última es simplemente cloruro de sodio, la primera contiene también oligoelementos y minerales, ya que se obtiene del mar mediante la evaporación del agua. Además, presenta yodo biológico en mayor concentración, lo que contribuye a la salud de quien la consume.
Unos 84 elementos importantes para la salud humana están incluidos en la sal marina, casi en las mismas proporciones que en el suero sanguíneo. Los más importantes son el cloruro de sodio, el cloruro de magnesio, el sulfato neutro de sodio, el cloruro de calcio, el cloruro de potasio, el bicarbonato de sodio, el bromuro de sodio, el ácido bórico, el cloruro de estroncio y el fluoruro de sodio. Esta sal también posee fósforo, hierro, manganeso, zinc y yodo, entre otros.
Pero estos elementos son eliminados durante el proceso de industrialización y producción que la convierten en sal refinada (común).
Ese lavado “blanquea” el producto y produce la pérdida de la mayor parte de elementos esenciales, como azufre, magnesio y calcio.
Tras este proceso, la sal industrial es “enriquecida” con aditivos químicos que evitan la formación de gránulos y la sal queda separadita y linda para su presentación, pero que, al no ser naturales, resultan dañinos para la salud. Por otra parte, su alto contenido de sodio favorece la hipertensión y la retención de líquidos, lo que no ocurre con la sal marina. Tanto es así que los hipertensos pueden usar esta última con moderación y supervisión médica, ya que la cantidad de sodio que contiene es menor.
La sal común está asociada a distintas enfermedades. Su consumo obliga al cuerpo a poner en marcha mecanismos de defensa que, además de ser insuficientes, generan un importante gasto de energía y recursos.
Pero estos órganos sólo pueden excretar de 5 a 7 gramos de sal por día. Frente a un consumo promedio de 12 a 20 gramos diarios, hay un remanente que no es expulsado, lo que da origen a la famosa retención de líquidos, que deriva en aumento de peso y mayor exigencia sobre el corazón, el hígado y los riñones, ya que estos deben trabajar en exceso.
Otro de los procesos por los cuales el cuerpo intenta defenderse del exceso de sodio es el de neutralización: la producción de células de grasa que encapsulan el cloruro de sodio.
Así, el organismo intenta aislar material tóxico que no puede evacuar en el momento, a la espera de una pausa en la cual eliminarlo definitivamente del medio, algo difícil de lograr con el agitado ritmo de vida actual. En ese estado de cosas, se forma un tejido esponjoso que se deposita en el estrato más profundo de la piel, la hipodermis, lo cual da lugar al sobrepeso y la celulitis.
Las moléculas de cloruro de sodio que no consiguen ser eliminadas por los riñones ni pueden ser aisladas en el tejido graso, obligan a desarrollar un tercer mecanismo de supervivencia: la cristalización. En ese caso, el cloruro de sodio se une con aminoácidos de origen animal para formar cristales de ácido úrico.
Los cristales que no logran ser evacuados del cuerpo se depositan en huesos y articulaciones, a la espera de una oportunidad de excreción, lo que provoca dolores osteoarticulares y puede dar lugar a artritis, gota o reuma.
Otros cristales de ácido úrico que no fueron desechados se recombinan con más cloruro de sodio y oxalatos de calcio, y producen arenillas y cálculos en vejiga, riñones o vesícula. La cristalización también puede producirse en las paredes de venas y arterias, lo que causa fragilidad capilar y esclerosis (endurecimiento) de éstos vasos.
Es por eso que resulta fundamental prestar mucha atención a la cantidad de sal que se consume.
Aunque muchas veces sea difícil eliminarla de la dieta, sí se puede reducir su ingesta y, si es posible, comenzar a incorporar la sal marina a la alimentación diaria.